Más del 50% de las tierras agrícolas y de pastoreo han dejado de ser fértiles en todo el mundo. La industrialización de la agricultura ha deteriorado los recursos naturales y energéticos llevando a los suelos a una degradación y erosión constante que ha provocado la pérdida de nutrientes, de carbono orgánico y de biodiversidad, poniendo en peligro además el papel fundamental de la tierra y los suelos como reguladores del clima.

En España en los últimos 25 años hemos perdido el 90% de nuestras granjas, y sólo el 6% de la población se dedica a la agricultura. Está ocurriendo una desruralización de la sociedad. A escala global, cada año el campo pierde 45.000 habitantes, por lo que hoy en el mundo más de la mitad de personas vive en grandes ciudades y esta tendencia va en aumento, dejando la producción de alimentos en manos de unos pocos. En Europa, el 3% de la población alimenta al otro 97%.

El sistema agroalimentario es responsable del 25% de emisiones de CO2 a nivel mundial. Debemos sumarle que en la actualidad desperdiciamos 1 de cada 3 alimentos. Además del malbaratamiento que esto supone, emite gran cantidad de CO2 en su descomposición. La pandemia además ha originado pérdidas récord de desperdicio de producción en el campo.

En cuanto a los hábitos de alimentación se produce un efecto contradictorio: mientras una parte de la sociedad muere por sobrealimentación o mala alimentación, otra parte sufre de hambre y desnutrición por falta de acceso a una alimentación local saludable. Según datos de la FAO, más de 820 millones de personas se van cada noche a la cama con hambre.

El 70% de españoles se muestran preocupados por la supervivencia del consumo local. Hoy es imprescindible que demos apoyo a una sociedad de consumo, organizaciones y gobiernos que inviertan en los productores que nos alimentan. Un suelo agrícola productivo no solo es determinante en la lucha del cambio climático, sino que es un generador de empleos e ingresos en la España vacía, lo que contribuye a su repoblación y al desarrollo sostenible de un sector fundamental en nuestro país.

La agricultura local es la solución para fomentar una economía de proximidad y sostenible, que tiene cuidado de nuestras comunidades y la finalidad de producir alimentos saludables vinculados con la naturaleza y la protección de nuestros ecosistemas.

Las granjas son capaces de compensar hasta un 28% de las emisiones de CO2 a través del secuestro de carbono en el suelo. Un suelo enfermo, resultado de la agricultura y ganadería industrial, libera CO2. Pero un suelo sano es capaz de absorberlo e integrarlo en la estructura de la tierra a través de la fotosíntesis.

Impulsamos la agricultura regenerativa y el uso de tecnología y de la economía circular para la agricultura tradicional. Y también impulsamos el relevo generacional en el mundo rural para que producir alimentos saludables sea una oportunidad laboral para las nuevas generaciones y un estilo de vida sostenible e ilusionante para nuestros futuros ganaderos y agricultores.