La relación entre microbiota y sistema inmunitario

Mareva Gillioz – Dietista integrativa y coach

Nosotros, no solo somos seres humanos, también somos hogar para nuestras más de 100 billones de bacterias, que forman parte de la microbiota humana.

Nosotros le aportamos alimento y alojamiento, y a cambio, ella nos cuida, protege y regula, entre otras muchas funciones. Por eso se la considera como un órgano más, uno esencial para nuestra salud y bienestar. Nuestra relación es 100% mutualista, una de cooperación en la que ambas partes obtenemos beneficios mutuos.

Por ello, cuidarla es cuidarnos a nosotros mismos: un verdadero acto de autocuidado.

Llevamos conviviendo con nuestra microbiota desde nuestros inicios, desde el mismo momento de nuestra concepción, y la tenemos repartida por todo nuestro cuerpo: boca, piel, tracto respiratorio, genitourinario, nasofaríngeo, y sobre todo intestinal.

El intestino, nuestro epicentro inmunitario y bacteriano

El intestino, por su temperatura y oscuridad, es el lugar favorito de nuestra microbiota y bacterias amigas, sin embargo es mucho más que un maravilloso cobijo para ellas, es también donde reside más del 70% de nuestro sistema inmunitario.

Esto tiene todo el sentido del mundo ya que el intestino es la superficie más larga de nuestro cuerpo (mide unos 200 metros2) que separa el exterior de nuestro interior. Es como si nuestro tubo intestinal fuera una frontera donde se decide lo que se deja pasar y lo que no hacia dentro de nuestro cuerpo.

De ahí que sea lógico que en el intestino tengamos lo que se denomina el tejido linfoide asociado al intestino o GALT (Gut-Associated Lymphoid Tissue) , que alberga la mayor población de células inmunocompetentes y productoras de anticuerpos.

De esta manera conseguimos que el intestino seleccione lo que sí conviene que absorbamos y viaje a nuestra sangre y rechace lo que no, evitando así que se cuele cualquier patógeno o cuerpo extraño dentro nuestro.

Este efecto de barrera protectora se lleva a cabo correctamente, siempre y cuando la mucosa, es decir la “piel” que recubre nuestro tubo intestinal, esté en buen estado. A saber que, a su vez, está tapizada por otra capa de moco, que le sirve de protección a modo de escudo, además de hábitat para nuestra microbiota, y de lubricación para nuestro tránsito.

Por lo tanto, toda alteración en esta mucosa y moco intestinal es sinónimo de alteración inmunitaria.

Es lo que sucede cuando nuestra barrera intestinal se encuentra bajo un estímulo constante de trabajo e inflamación, llamada inflamación de bajo grado, en el que nuestro sistema inmunitario no cesa de trabajar las 24 h del día hasta agotarse.

La mucosa se ve debilitada, inflamada y excesivamente permeable dando a lugar la pérdida de su papel protector, y ofreciendo vía libre a todos agentes invasores patógenos. Se abre la caja de pandora y la posibilidad de padecer infecciones, alergias y hasta patologías autoinmunes.

El equilibrio intestinal, la clave

Pero entonces, ¿quién favorece el buen estado y funcionalidad de nuestra mucosa intestinal?

Sí, lo has adivinado, es la mismísima microbiota intestinal. Dentro de las múltiples funciones que ella ejerce, como son la de digerir sustancias que nosotros no podemos o la de regular nuestro peso y buen humor, también actúa como inmunomoduladora. En otras palabras, consigue regular el sistema inmune.

¿Cómo?

A destacar su capacidad de estabilizar y regenerar la mucosa y el moco intestinal (su hábitat), asegurando así, la integridad, impermeabilidad y funcionalidad del intestino, y una respuesta inflamatoria regulada. De hecho la microbiota modula el grosor de la capa de moco protector según donde haya mayor carga microbiana en el intestino.

Gracias al espacio que ocupa y a los nutrientes que consume, la microbiota también actúa como un batallón protector por competitividad frente a la colonización de patógenos externos.

También consigue mantener a raya el sobrecrecimiento de bacterias propias, evitando así un desequilibrio en la microbiota, llamado disbiosis, en el que las bacterias beneficiosas pasan a ser patógenas. Es lo que sucede ante un caso de candidiasis por ejemplo.

Por otro lado, acidifica el medio intestinal inhibiendo así el crecimiento de los microorganismos patógenos que habitan en medio alcalino ,como es el caso del E.coli, mientras que estimula la producción de anticuerpos locales protectores (inmunoglobulina A y la A secretora) y de sustancias antibióticas naturales (bacteriocinas).

Todo ello implica la existencia de una estrecha relación entre el sistema inmune, la mucosa intestinal y la microbiota, y la necesidad de mantener su equilibrio para garantizar un buen estado de salud.

Recordemos pues, lo que ya decía Hipócrates: “Todas las enfermedades comienzan en el aparato digestivo”.


El intestino: pieza clave del sistema inmunitario – E. Ramiro-Puig, F. J. Pérez-Cano, C. Castellote, A. Franch y M. Castell http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-01082008000100006

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