Una microbiota intestinal sana, ¿la ‘llave’ de la longevidad?

Lo que nos enseña el caso de María Branyas: una microbiota sana y un yogur de postre.

Dormir bien, comer sano, hacer ejercicio regularmente, una buena herencia genética, vivir en el campo… Son múltiples los factores condicionantes que, según el acervo popular, están detrás de una larga y saludable longevidad, algunos de los cuales cuentan incluso con estudios científicos que los avalan. Ahora, la publicación de los resultados derivados de un estudio basado en un modelo multiómico de la esperanza de vida humana extrema revela hallazgos sólidos y consistentes sobre la importancia que adquiere una microbiota intestinal sana en la probabilidad de superar los 100 años de vida.

Y, en este sentido, el caso de María Branyas resulta especialmente paradigmático. Un estudio genético, liderado por Manel Esteller, investigador del Instituto Josep Carreras y catedrático de genética de la Universidad de Barcelona (UB), ha demostrado que esta española, fallecida en agosto de 2024 a la edad de 117 años, siendo la persona más vieja del mundo en ese momento, “tenía una microbiota intestinal como la de una niña” y “un genoma privilegiado” que hacía que tuviera una edad biológica 17 años inferior a la cronológica.

Aunque los centenarios son cada vez más comunes en la demografía humana, los llamados supercentenarios (mayores de 110 años) siguen siendo una rareza. De ahí la trascendencia y el impacto científico que se deriva del pormenorizado estudio de las propiedades biológicas de este ser humano excepcional, algo que el equipo del Dr. Esteller ha realizado desarrollando un exhaustivo análisis genómico, transcriptómico, metabolómico, proteómico, microbiómico y epigenómico en diferentes tejidos, comparando los resultados con los observados en poblaciones no supercentenarias. De esta forma, han determinado que la edad extremadamente avanzada y la mala salud no están intrínsecamente relacionadas y que ambos procesos pueden distinguirse y analizarse a nivel molecular. Y no solo eso, se ha puesto en valor el trascendental papel que puede tener una microbiota sana.

Genética y microbiota, la combinación indispensable

María Branyas no solo logró una vida larga, sino que mantuvo un buen estado de salud hasta el final de sus días. Según los investigadores, sus células mostraban un comportamiento propio de personas más jóvenes. Por supuesto, gran parte de esto se debe a la genética excepcional que heredó de sus padres, aportando cierta protección frente a enfermedades cardiovasculares y otras afecciones. Sin embargo, otro factor clave fue su microbiota, que se mantenía en equilibrio y le permitía tener una inflamación intestinal muy baja. (1)

La microbiota consiste en una serie de comunidades microbianas que conviven en simbiosis con nosotros. Esos pequeños organismos nos ayudan a digerir mejor los alimentos y producen sustancias esenciales para nuestro organismo, de forma que tener una microbiota sana resulta crucial para el bienestar general. La desregulación de esta se ha asociado con la aparición de múltiples patologías, lo que ha generado cada vez más interés por entender el funcionamiento de estos microorganismos y su capacidad para favorecer un buen estado de salud. (2)

Aunque gran parte de la flora bacteriana está conformada desde el nacimiento (tanto por factores genéticos como por condicionantes tales como el tipo de parto, la edad gestacional o la lactancia), ésta evoluciona a lo largo de la vida. La alimentación es, sin duda, uno de los factores determinantes de la configuración y progresión de la microbiota intestinal, donde adquieren un significativo valor los alimentos fermentados, como los yogures, que pueden estar enriquecidos con probióticos. Los probióticos son bacterias que pueden aportar efectos beneficiosos, modificando la flora intestinal para evitar el sobrecrecimiento de microorganismos que puedan dañarnos. (3)

Resolviendo el ‘enigma’: microbiota sana… y yogur

María logró superar la esperanza de vida promedio de las mujeres catalanas, que es de 86 años, por más de tres décadas. Su caso despertó gran interés científico, por lo que se realizaron análisis exhaustivos de su sangre periférica, orina y heces. Se examinaron sus telómeros y se investigaron variantes estructurales en su organismo. Los resultados iniciales mostraron que, a pesar del acortamiento de los telómeros y la gran cantidad de vesículas extracelulares M116, su estado de salud era excepcional. (4)

Ante estos hallazgos, los investigadores decidieron profundizar en la composición de su microbiota, llamando la atención sobre un factor característico que influía positivamente en el mantenimiento de ésta a lo largo de los años: el consumo de probióticos procedentes del yogur. Diferentes estudios han demostrado que el consumo de este alimento es una excelente herramienta para favorecer el crecimiento y mantenimiento de los microorganismos beneficiosos en el intestino, siendo uno de los alimentos fermentados más consumidos. (5,6) Consumir yogur natural influye en la presencia de ciertas cepas bacterianas beneficiosas, lo cual es importante para mantener un equilibrio saludable de la flora intestinal, ayudando a mejorar la inmunidad, la digestión y la prevención de enfermedades. (7)

Y el caso de María Branyas lo confirma, ya que, según los expertos, la ingesta regular de yogures contribuyó al mantenimiento de una flora intestinal sana; además, acompañaba esta buena costumbre con otras conductas saludables: caminaba con regularidad, evitaba el alcohol y se negaba a fumar. Los análisis realizados a las muestras recogidas permitieron observar que María presentaba una diversidad de bacterias intestinales significativamente mayor en comparación con la población general de edad avanzada. En particular, se observó una abundancia notable de Bifidobacterium, un género bacteriano asociado con respuestas antiinflamatorias y la producción de ácidos grasos de cadena corta, fundamentales para la salud metabólica. Este hallazgo es relevante, ya que la cantidad de Bifidobacterium suele disminuir con la edad, pero en personas longevas como María, se mantiene en niveles elevados. (4)

Su dieta desempeñó un papel crucial en la configuración de esta microbiota beneficiosa. María consumía tres yogures al día, los cuales contenían especies de Streptococcus y Lactobacillus, bacterias que favorecen el crecimiento de microorganismos beneficiosos en el intestino. (8) Este hábito dietético pudo haber contribuido a su longevidad al promover un equilibrio microbiano óptimo, reducir la inflamación y prevenir enfermedades relacionadas con el envejecimiento. (4)

Otro aspecto interesante fue la baja presencia de bacterias potencialmente dañinas en su microbioma, como las del género Clostridium, vinculadas a procesos inflamatorios a los que son más susceptibles los individuos de mayor edad. (9) También se detectaron niveles bajos de Proteobacteria, un grupo bacteriano cuya reducción se ha asociado con un envejecimiento saludable sin fragilidad. Esto se debe a que su presencia se relaciona con una disminución de la diversidad de la microbiota intestinal. (10)

En conjunto, los datos derivados del estudio pormenorizado de este caso confirman que algunos hábitos alimenticios, como el consumo regular de yogur, combinados con una alimentación equilibrada y otras conductas saludables, pueden marcar una gran diferencia en nuestra salud. Así que ya sabes, para mantener una microbiota saludable y ampliar tu esperanza de vida, nada como mantener esas pequeñas costumbres de siempre, como hacía María.

Referencias bibliográficas

  1. Santesteban N. EFE Noticias. 2025 [citado 20 de marzo de 2025]. Un estudio genético prueba que Maria Branyas, la abuela de 117 años, «tenía una microbiota como una niña» – EFE. Disponible en: https://efe.com/salud/2025-03-09/estudio-genetico-maria-branyas-abuela-117-anos-microbiota-nina/
  2. Calatayud GÁ, Marcos A, Margolles A. Probióticos, prebióticos y salud: Evidencia científica.
  3. Vanderhoof JA. Probiotics in allergy management. J Pediatr Gastroenterol Nutr. noviembre de 2008;47 Suppl 2:S38-40.
  4. Santos-Pujol E, Noguera-Castells A, Casado-Pelaez M, García-Prieto CA, Vasallo C, Campillo-Marcos I, et al. The Multiomics Blueprint of Extreme Human Lifespan [Internet]. bioRxiv; 2025 [citado 20 de marzo de 2025]. p. 2025.02.24.639740. Disponible en: https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2025.02.24.639740v1
  5. Leeuwendaal NK, Stanton C, O’Toole PW, Beresford TP. Fermented Foods, Health and the Gut Microbiome. Nutrients. 6 de abril de 2022;14(7):1527.
  6. Valentino V, Magliulo R, Farsi D, Cotter PD, O’Sullivan O, Ercolini D, et al. Fermented foods, their microbiome and its potential in boosting human health. Microbial Biotechnology. 2024;17(2):e14428.
  7. Redondo-Useros N, Nova E, González-Zancada N, Díaz LE, et al. Microbiota and Lifestyle: A Special Focus on Diet. Nutrients 2020 Jun 15;12(6):1776
  8. Cobo Sanz JM, Corominola H, Mateos Guardia JA. Impacto del consumo de leche fermentada con Lactobacillus casei DN-114 001 sobre la salud de niños entre los 3 y 8 años de edad. Nutrición clínica y dietética hospitalaria. 2006;26(5):21-7.
  9. Shin JH, High KP, Warren CA. Older Is Not Wiser, Immunologically Speaking: Effect of Aging on Host Response to Clostridium difficile Infections. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. julio de 2016;71(7):916-22.
  10. Leite G, Pimentel M, Barlow GM, Chang C, Hosseini A, Wang J, et al. Age and the aging process significantly alter the small bowel microbiome. Cell Reports. 28 de septiembre de 2021;36(13):109765.

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